En nuestra sociedad, el consumo es un factor clave, no sólo desde el punto de vista económico, sino también
desde el punto de vista cultural. El acto de consumir no es arbitrario ni inocente. Muchas veces el miedo a la falta de estima social y al aislamiento lleva a los individuos a comer, alojarse y vestir, como lo hace la clase social
La persona entra así en una cadena de dependencia y esclavitud, fraguada por el afán de acumulación y potenciada desde un sistema que la necesita como elemento que consume.
Todo esto es manipulado también por fuerzas culturales donde la publicidad desempeña un papel muy importante. En ningún otro aspecto de la vida somos guiados con tanta insistencia y derroche.
El consumo se ha convertido en un acto que da sentido a la persona inmersa en una crisis de ideales. Esta crisis es el caldo de cultivo necesario e interesado, para que las personas no sean seres autónomos, pues son una pieza clave del engranaje producción- consumo. Ya en los años cincuenta, con la naciente sociedad de consumo, los críticos de la cultura de masas alertaban de cómo las sociedades industriales privan a los seres humanos de libertad.
Según el Informe del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), si todo el mundo consumiera de este modo se necesitarían tres planetas Tierra.
Esta realidad está exigiendo a la humanidad un cambio, una nueva ética, nuevas formas de relación entre las personas y de éstas con el medio que las rodea: esta es la razón de la Guía de Consumo Responsable.
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